Para todos es conocido el concepto de uniforme y muchos podrán pensar que se trata de algo
relativamente nuevo, cuando sus orígenes se remontan a milenios atrás. Desde que el hombre
empezó a agruparse y desarrollar comportamientos sociales, la necesidad de identificarse surgió a la
par y con ella el uniforme como prenda de vestir característica.
Uno de los mejores y más conocidos ejemplos de lo que un uniforme puede llegar a representar
sería el ejército romano, cuyos soldados y sus vestimentas fueron icónicos desde Europa hasta África
y aún hoy se conservan algunas de sus piezas características en museos de todo el mundo.
Fiel a sus orígenes militares, la definición de uniforme se refiere al atuendo o traje que utilizan los
miembros de un grupo para distinguirse de los demás mientras llevan a cabo una labor o actividad
específica. Los uniformes nos distinguen y están presentes en diferentes etapas de la vida de las
personas, desde el colegio hasta los equipos de fútbol, la vida religiosa y la laboral.
Es común ver en películas y caricaturas la alusión a uno de los uniformes más célebres ―aunque
para nada loables― de la historia moderna y, junto a la bola de hierro y los grilletes, está el famoso
uniforme a rayas blancas y negras que vistieron los presos y que los identificaba de manera
inconfundible como infractores de la ley, privados de libertad.
Entonces, podemos afirmar que un uniforme es algo que en muchas ocasiones genera un impacto
social y se vuelve un ícono, aunque ya no esté en uso.
Pero, ¿quiénes fueron los primeros en uniformarse?
Los primeros atuendos diseñados respondían a la necesidad de diferenciar clases sociales y roles. Así
nace el uniforme, asegura Daniel Louzao, artista plástico y profesor de Historia de la indumentaria
en la Escuela Superior de Diseño y Moda Felicidad Duce.
De ahí que los primeros colectivos en hacer uso de prendas que los identificasen como del mismo
grupo fueron los ejércitos, quienes buscaban diferenciarse entre ellos para no confundirse de
“bando” y a la vez poder contarse más rápidamente.
Por lo que, aunado a la intención de mostrar unidad y pertenencia, encontramos fines prácticos para
uniformarse, los que perduran hasta nuestros días y forman parte de los atributos de un buen
uniforme.
Con la Revolución Industrial, el uniforme dio un giro gracias a los avances tecnológicos. A la luz de la
recién descubierta electricidad y con el empuje de las máquinas de vapor y el uso del petróleo que
desplazó al carbón como fuente primaria de energía, las fábricas crecieron de manera significativa y
la fuerza laboral las abarrotó con trabajadores ansiosos por mejorar sus vidas y recibir una pequeña
parte de la bonanza que la industralización representaba. Las primeras grandes ciudades tal como
hoy las conocemos tuvieron sus inicios en esta época convulsa de la historia en la que el uniforme
jugó un papel omiso, vistiendo las esperanzas de los miles de personas que abandonaron los campos
y se trasladaron a los nacientes núcleos industriales en busca de trabajo.
El hoy bien conocido proletariado nace durante esta época como nueva clase trabajadora, así como
sus luchas por mejorar importantes aspectos de sus beneficios laborales, ambiente de trabajo y
seguridad. Fue así como en 1860, los sindicatos de las ciudades más importantes de Francia, Estados
Unidos y Alemania obtuvieron el derecho de funcionamiento y, como gremio, empezaron su lucha
por conseguir mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores, encontrándose entre ellas el
uniforme.
A partir de 1980 los gobiernos a nivel mundial aprueban una serie de normas con la finalidad de
proporcionar mejores ambientes laborales a los trabajadores de las empresas públicas y privadas y
que resaltaban, entre otras cosas, el uso del uniforme como beneficio y protección para el
trabajador.
En el largo camino recorrido desde su temprana aparición el uniforme ha sufrido, con el tiempo,
variantes en sus aplicaciones que pueden ir desde temas completamente prácticos, como es el caso
de la policía, los bomberos y los ejércitos; hasta emocionales, como los equipos deportivos y las
famosas escuelas de samba en Brasil.
Hoy en día el uniforme, aparte de práctico y cómodo, debe ser atractivo y transmitir los valores del
grupo que representa, un elemento que podemos rescatar de los primeros uniformados famosos, los
romanos, cuyos uniformes eran una representación clara de su poderío y quién los llevaba era
reconocido como miembro de la maquinaria bélica más importante de su época.
Actualmente la situación no es muy diferente y los uniformes transmiten valores y atributos de la
empresa, generando sentimientos y comportamientos tanto en quien los lleva como en quien los ve,
incluso forman parte de la imagen corporativa y la estrategia de marketing.
En Uniformarte somos apasionados del valor intrínseco tras un buen uniforme, uno que acompañe
la imagen de su empresa y la represente correctamente, y sabemos que la calidad y la practicidad
siempre deben ser parte del mismo.
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